Un creciente número de mitos en torno al consumo de productos lácteos ha generado frustración entre la comunidad de expertos en nutrición, quienes enfatizan la importancia de basar las decisiones dietéticas en la ciencia y no en información errónea. La desinformación, a menudo viralizada en plataformas digitales, plantea preocupaciones sobre la salud pública y el bienestar.
Expertos de diversas disciplinas – desde nutricionistas hasta gastroenterólogos – señalan que, si bien la tolerancia a los lácteos puede variar individualmente, muchos de los temores generalizados carecen de respaldo científico. A continuación, se detallan cinco mitos comunes que los especialistas se esfuerzan por desmentir.
1. Los lácteos causan inflamación sistémica
Una de las afirmaciones más persistentes es que el consumo de lácteos provoca inflamación en el cuerpo, lo que supuestamente contribuye a diversas enfermedades crónicas. Sin embargo, la evidencia científica no respalda esta creencia en la población general.
“La evidencia científica no respalda la afirmación de que los lácteos causen inflamación sistémica en la población general; de hecho, algunos estudios sugieren un efecto antiinflamatorio, especialmente en productos fermentados como el yogur,” afirma la Dra. Elena Rodríguez, nutricionista clínica.
La investigación actual indica que, para la mayoría de las personas sin alergia a la leche o intolerancia severa a la lactosa, los lácteos no solo son neutros en términos de inflamación, sino que incluso pueden tener propiedades antiinflamatorias.
2. Los lácteos son perjudiciales para los huesos y causan osteoporosis
Contrario a la creencia popular de que los lácteos debilitan los huesos, los expertos recalcan que estos productos son una fuente fundamental de nutrientes esenciales para la salud ósea.
“Es un error grave pensar que los lácteos son perjudiciales para los huesos. Son una fuente crucial de calcio y vitamina D, nutrientes esenciales para la densidad ósea a lo largo de la vida, y su consumo está asociado con un menor riesgo de osteoporosis y fracturas,” explica el Dr. Miguel Santos, especialista en salud ósea.
El calcio es el principal mineral en la composición ósea, y la vitamina D es vital para su absorción. Los lácteos fortificados son una de las fuentes dietéticas más accesibles y biodisponibles de ambos.
3. Todos los productos lácteos son intrínsecamente insalubres
La demonización de los lácteos en su conjunto es otra preocupación para los nutricionistas, quienes abogan por una visión más matizada y basada en el contexto de una dieta equilibrada.
“Equiparar todos los productos lácteos como insalubres es una simplificación excesiva. La leche, el yogur y el queso, en sus formas sin azúcares añadidos, pueden ser componentes valiosos de una dieta equilibrada, aportando proteínas de alta calidad, vitaminas y minerales,” comenta Ana García, dietista-nutricionista.
Los expertos sugieren distinguir entre productos lácteos enteros y altamente procesados, y considerar la porción y la frecuencia de consumo dentro de un patrón alimentario general.
4. La intolerancia a la lactosa significa una evitación total de lácteos
Para aquellos diagnosticados con intolerancia a la lactosa, la idea de que deben eliminar completamente todos los productos lácteos de su dieta es otro mito que los profesionales buscan corregir.
“Muchos individuos con intolerancia a la lactosa pueden consumir pequeñas cantidades de lácteos, especialmente yogur y quesos duros, que son naturalmente bajos en lactosa o tienen sus azúcares descompuestos por bacterias. La eliminación total rara vez es necesaria y puede llevar a deficiencias nutricionales,” señala la Dra. Carmen López, gastroenteróloga.
Además, existen en el mercado productos lácteos sin lactosa y suplementos de lactasa que pueden ayudar a las personas a disfrutar de los beneficios de los lácteos sin molestias digestivas.
5. Los lácteos están llenos de hormonas dañinas
La preocupación por las hormonas presentes en la leche es un tema recurrente. Sin embargo, los especialistas en seguridad alimentaria ofrecen una perspectiva tranquilizadora.
“Las hormonas presentes naturalmente en la leche, o las usadas en la cría de ganado para aumentar la producción, como la somatotropina bovina recombinante (rBST) en algunos países, no representan un riesgo significativo para la salud humana debido a su baja concentración y su diferente estructura biológica,” afirma el Dr. Javier Ortiz, experto en seguridad alimentaria.
Los sistemas de regulación alimentaria a nivel mundial establecen límites estrictos y monitorean la presencia de estas sustancias para asegurar la seguridad de los productos lácteos para el consumo humano.
Los expertos instan al público a buscar información de fuentes fiables y a consultar a profesionales de la salud para obtener orientación personalizada sobre la dieta y la nutrición, en lugar de dejarse llevar por mitos no verificados.
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